Imagina que llegas a una sala de espera, un asiento del bus/taxi/metro, una cafetería, un banco del parque, y te encuentras un libro solitario. El primer impulso, claro, sería dejarlo donde está por si el dueño lo ha abandonado temporalmente con la intención de avisar que ese lugar está ocupado. También puedes llevarlo hasta la barra, dejarlo en la recepción, con el conductor... O echarle un vistazo. Entonces imagina más: saborea el gustazo de encontrar asomando entre sus páginas una nota de bienvenida, invitándote a entrar hasta el fondo, hasta la última hoja. Y que una vez leído, sólo tengas que asumir el compromiso de garantizar la continuidad del viaje de ese libro, de hacer que siga perdido, no olvidado.
Puede resumirse
así la filosofía del bookcrossing, una iniciativa que surgió a
comienzos de siglo, entre experimento social y desafío cultural. Desde entonces,
a la sombra de la propuesta primigenia global, se han extendido acciones
similares por todo el mundo sin más ambición que hacer que libros abocados a
acumular estratos de polvo, entrasen de nuevo en el circuito de la lectura.
Ayer fue la vez
del Esqueça Um Livro –olvide un libro- en Brasil. Y por fin participé y, como
dice Nadie, ejercí el desapego de un ejemplar de nuestra biblioteca. ¡Con lo
que me cuesta a mí eso! Que ayer fuese el día específico no quiere decir que
sólo se tenga que hacer una vez al año. Pero sí que habiendo una data
específica, nos acordemos que está ahí para ser hecho siempre que se tenga
ocasión. En otros países como Venezuela tienen el Adopta un Libro, o la Siembra
de Libros que he encontrado en Argentina o Costa Rica, organizada por el Club de Los Libros Perdidos varios días 21 al año. Aunque parezca que la cosa ha
perdido un poco de fuelle, a tenor del distanciamiento entre las convocatorias encontradas (como ésta, el día del aniversario de BookCrossing).
En Brasil
existen otras propuestas bien interesantes sobre compartir libros a pie de calle,
como el Bibliotaxi que comenzó entre los asociados de una de las empresas de
transporte público de São Paulo y que ya se ha extendido a otras capitales, o
el proyecto Geladeira do Livro en Brasilia, que además de difundir la cultura
escrita, fomenta el reciclado y reutilización de este aparatoso electrodoméstico.
Y respecto a la
idea que podemos llamar de génesis de todo esto, el Bookcrossing, ahí está,
firme desde hace 15 años, creciendo en actividad y propuestas. Merece la pena
echar un vistazo al mapa rastreador de libros, siempre con nuevos avisos
apareciendo a lo largo y ancho del globo. Es realmente motivador. También saber
que España está entre los diez primeros del ránking de bookcrossers (aunque sea
con un 1% del total de actividad mundial).
Como digo, ayer
hice mi parte y aproveché mi olvido también para iniciar mi perfil de
bookcrosser. Confieso que ahora que estoy leyendo el libro entero –y lo que te
rondaré morena-, tampoco fue muy difícil desapegarme de un tomo de bolsillo con
la primera parte (de un total de siete) de Los Miserables. Tengo la firme convicción de que a quien le
llegue, tras una primera frustración al descubrir que eso era sólo un señuelo, buscará
hacerse con las otras seis partes que le faltan. Vamos, que se habrá enganchado
-estrategia yonki total-.
¿Alguien más se
apunta a quitar el polvo y las telarañas de su biblioteca y devolver a la vida aquellos
libros que, confesémoslo, difícilmente volveremos a leer? Recordarlos para después 'perderlos'. Ahí queda ésa.
2 comentarios:
http://nomadeproject.blogspot.com.br/2015/06/refresque-ideias-geladeira-do-livro.html
https://www.facebook.com/refresqueideias
puede publicar nuestras fotos si te gusta , gracias por ser recordado
Eu que agradeço, Lucas! O que a gente fizer pela divulgação do livro como instrumento de alfabetização e cultura é sempre algo a se agradecer.
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